Los dos matrimonios disfrutan de una agradable sobremesa cuando la pareja anfitriona se lanza una mirada complice y Carlos dice:
-Bueno, es hora de sacar al gnomo.
Carlos e Isabel acaban de volver de la India, donde han pasado sus vacaciones. Sus dos invitados son Esteban y Maura, pareja con la que comparten una amistad cuyo origen se remonta a los años de colegio. Además de grandes amigos, Carlos y Esteban también son compañeros de trabajo. Guardias municipales.
Carlos aparece con una caja de cartón entre los brazos. Su esposa aparta las tazas de café para que pueda apoyar la caja sobre la mesa.
-¿Rudolf? –dice Isabel dando unos toquecitos en el lateral de la caja.- Sal de ahí y saluda a los invitados.
Primero son unas manitas del tamaño de un tenedor, después una cabeza no más grande que una pelota de tenis. Rudolf va desnudo y no tiene un solo pelo en su cuerpo, ni siquiera sobre la cabeza. Es arrugado, enclenque. Cuando queda erguido sobre la mesa, bajo la luz de la lampara del salón, Esteban y Maura descubren que el ser es la mezcla exacta entre un feto de cuatro meses y un anciano de 80 años. Su aspecto no encaja en absoluto con la idea de gnomo con gorrito rojo y chaleco.
-Hola, supongo que tengo el gusto de conocer a Esteban y a Maura... –dice con una voz aguda y chirriante.- Mi nombre es Rudolf y es un placer saludarles. Sus amigos me han hablado muy bien de ustedes.
-Puedes tutearnos...
Esas son las palabras de Esteban. Lo primero que su cerebro ha lanzado a sus labios. ¿Qué es esto exactamente? ¿Lo habéis traido de la India? ¿Cómo es que habla nuestro idioma?
No. “Puedes tutearnos”.
Carlos e Isabel estudian los rostros de sus amigos a la espera de un poquito de entusiasmo. Pero el matrimonio está literalmente paralizado. Maura se agarra con fuerza al brazo de su marido, con un grito atascado en la garganta. Rudolf sonríe, mostrando una maraña de dientes sucios y afilados.
-Sí, puedes tutearnos –repite Esteban, que en este contexto no tiene ni idea de a quién le toca mover ficha.
-Bueno, es hora de sacar al gnomo.
Carlos e Isabel acaban de volver de la India, donde han pasado sus vacaciones. Sus dos invitados son Esteban y Maura, pareja con la que comparten una amistad cuyo origen se remonta a los años de colegio. Además de grandes amigos, Carlos y Esteban también son compañeros de trabajo. Guardias municipales.
Carlos aparece con una caja de cartón entre los brazos. Su esposa aparta las tazas de café para que pueda apoyar la caja sobre la mesa.
-¿Rudolf? –dice Isabel dando unos toquecitos en el lateral de la caja.- Sal de ahí y saluda a los invitados.
Primero son unas manitas del tamaño de un tenedor, después una cabeza no más grande que una pelota de tenis. Rudolf va desnudo y no tiene un solo pelo en su cuerpo, ni siquiera sobre la cabeza. Es arrugado, enclenque. Cuando queda erguido sobre la mesa, bajo la luz de la lampara del salón, Esteban y Maura descubren que el ser es la mezcla exacta entre un feto de cuatro meses y un anciano de 80 años. Su aspecto no encaja en absoluto con la idea de gnomo con gorrito rojo y chaleco.
-Hola, supongo que tengo el gusto de conocer a Esteban y a Maura... –dice con una voz aguda y chirriante.- Mi nombre es Rudolf y es un placer saludarles. Sus amigos me han hablado muy bien de ustedes.
-Puedes tutearnos...
Esas son las palabras de Esteban. Lo primero que su cerebro ha lanzado a sus labios. ¿Qué es esto exactamente? ¿Lo habéis traido de la India? ¿Cómo es que habla nuestro idioma?
No. “Puedes tutearnos”.
Carlos e Isabel estudian los rostros de sus amigos a la espera de un poquito de entusiasmo. Pero el matrimonio está literalmente paralizado. Maura se agarra con fuerza al brazo de su marido, con un grito atascado en la garganta. Rudolf sonríe, mostrando una maraña de dientes sucios y afilados.
-Sí, puedes tutearnos –repite Esteban, que en este contexto no tiene ni idea de a quién le toca mover ficha.
3 comentarios:
cuantas más cosas tuyas leo más me pregunto.. ¿qué tienes en la cabeza?
Enfermizo. Completamente enfermizo este relato hindú.
Tú lo has dicho.
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