miércoles, 24 de septiembre de 2008

ARQUITECTOS DE LA IMAGEN (Vol. I)

A ver, Gloria... Tienes que mirar hacia el cielo con cara de sorpresa, como si un artefacto descomunal estuviese surcando... Así, así. No te muevas. Carol, levanta al gato, más alto, lo estás ofreciendo a los Dioses. ¿Quieres que le metamos otro sedante? ¿Quieres que nos cepillemos al animal para que dejes de agarrarlo con miedo? ¡Es sólo un gato, joder! No te tapes la cara, Maura... Quiero que saques la lengua hasta que te duela el estómago. Demoníaca, Maura, demoníaca... ¡Podéis dejar de hablar de una puta vez! ¡Intento trabajar! Dame más luz en el rostro del niño; sólo su cara y las manos de Greta apoyadas en sus hombros... Quiero que ella sea sólo una sombra, una silueta. Más sangre en el pelo de Gloria... Vale, vale, perfecto. Me falta algo... Maura, ¿quién te ha ordenado que sonrías? ¿Sabes lo que significa demoníaca? ¿Seguro? No lo parece. Que alguien le diga a la rusa que deje de tararear esa mierda; me está poniendo nervioso... ¿Cómo? ¿Qué el niño se está meando? La puta virgen... Venga, que sea rápido. Nos quedan exactamente siete minutos de luz. ¿Están preparados los fuegos artificiales? No, las máquinas de viento se encenderán cuando yo lo diga. ¡Me importa tres cojones que el gato se esté cagando en tu cara, Carol! ¡No te lo limpies, por Dios! Vaya tetas que se gasta la rusa, ¿no? ¿Nadie habla ruso? ¿Te importaría decirle que después...? ¡Vaya, ya está aquí el niño! ¿Has meado a gusto, chaval? ¿Podemos continuar? Bueno, esto ya está. ¿Vas a vomitar, Carol? ¡Hazlo, hazlo! Suelta las tripas por la boca pero mantén al gato bien alto... Te amo, Carol. Esto es bueno, joder. Esto es genial. Tres, dos... ¡Viento! ¡Fuego! Uno... Vale, lo tenemos.

martes, 23 de septiembre de 2008

ENTIDAD BANCARIA

Han rodeado la sucursal de la entidad bancaria en plena madrugada, equipados con complejos dispositivos, en silencio, tratando de no despertar a los vecinos del pueblo para evitar una avalancha de curiosos que podría ser letal para el correcto desarrollo de la operación. A través de las ventanas observan al espectro, una masa de luz con rasgos ligeramente humanos que deambula desorientada por la oficina. Dan la impresión de tener un plan entre manos, pero no lo tienen.
El Teniente Aguilera les dice a sus hombres que esperen; los refuerzos están en camino. Sostiene un café humeante entre sus manos mientras sus pies trazan círculos desordenados sobre las baldosas de la acera.
De algún modo, el espectro es consciente de la situación y parece sufrir un ataque de pánico. Se choca contra las paredes, comienza a destrozar el mobiliario con fuertes embestidas que son explosiones de luz y papeles flotando en el aire. Un grupo de agentes bloquea la entrada de la oficina. “Entidad bancaria”, piensa uno de ellos. Entidad bancaria.
Los refuerzos no llegan y la situación se complica cuando el espectro arremete contra la puerta de entrada, tratando de salir a la calle. Sus sacudidas transmiten un grado de desesperación salvaje, primitivo, infrahumano. La puerta está a punto de ceder, los cristales se comban como si estuviesen hechos de agua. Los agentes se agolpan frente a la entrada, algunos sostienen sus pistolas mientras apuntan al cielo. El propio Teniente Aguilera deja caer su café al suelo y se suma a la improvisada barricada humana. Hay gritos. Las ventanas de las casas circundantes se iluminan. Y los refuerzos siguen sin aparecer.

lunes, 22 de septiembre de 2008

¿QUIÉN ES USTED?

Lo último que esperas encontrar cuando te despiertas en mitad de la madrugada y entras a la cocina en busca de un vaso de agua es a un anciano desnudo sentado sobre la encimera. Un viejo en pelotas con gafas de sol y unas rodilleras de patinador. Su pene reposando sobre las migas de pan que han quedado sobre el mármol.
Y, a pesar del sobresalto que casi le hace lanzar el estómago por la boca, Eric reacciona con la calma que otorga el saberse físicamente superior al extraño. Sin encender la luz, le dice al intruso:
-¿Quién es usted?
Lo dice en voz baja, con una mezcla de educación y reproche. Es consciente de que, si despierta a su mujer, la situación se le puede ir de las manos. Por eso Eric prefiere resolverlo de la manera menos dramática posible. Quizás exista una explicación perfectamente lógica.
La luz de luna que irradia la ventana ilumina el cuerpo del anciano. Los pies colgando a varios centímetros del suelo. Su rostro inexpresivo mientras dirige la mirada a los azulejos de la pared.
-Es una cocina muy bonita –dice el viejo.
Eric echa un rápido vistazo al juego de cuchillos que reposa junto al fregadero.
-Nosotros no teníamos cocina –continúa el anciano.- No la necesitábamos.
-¿Qué quiere de mí? ¿Dónde está... su ropa?
El viejo se pone a llorar.
-Dormíamos en plena selva –solloza el anciano mientras se saca las gafas a la vez que se iluminan las dos bombillas de luz cegadora que tiene insertadas en las cuencas oculares.- Descansábamos al raso, con todas esas bestias salvajes merodeando a nuestro alrededor....
Eric se abalanza sobre los cuchillos de la encimera, pero resbala con torpeza. Su frente impacta contra el borde de mármol y de su cráneo brota un crujido seco, como de madera vieja.
Eric en el suelo, rodeado de un charco de sangre en expansión. El anciano desnudo iluminando el cadáver con los haces de luz que escupen sus ojos. La esposa recorriendo la oscuridad del pasillo, camino de la cocina.

viernes, 19 de septiembre de 2008

LA CHICA INGLESA

La chica inglesa tiene cara de no haber dormido. Danko dice que quizás ha madrugado demasiado y por eso tiene esa cara, porque no está acostumbrada a madrugar. Pero yo le respondo que hay una sutil diferencia entre el rostro de alguien que ha madrugado y el rostro de alguien que no ha dormido, aunque en realidad ambos tipos de rostro son fruto de la falta de sueño. Y Danko no capta mi reflexión hasta que no se la explico varias veces con otras palabras a través de un tubo de plástico muy rudimentario que Danko lleva enganchado de algún modo en la oreja. Después, cuando cree haber comprendido mi idea, Danko se acerca a la chica inglesa y le pregunta si ha dormido. Y la chica inglesa, que probablemente ni siquiera saber hablar en español, lanza un gritito breve y cortante cuando levanta la vista del libro que está leyendo y se encuentra con el rostro de Danko. Entonces Danko, que no tiene ninguna intención de ligarse a la chica ni de nada relacionado con el sexo ya que Danko está a años luz de todo eso, se sienta junto a la chica simplemente para averiguar que libro está leyendo. Así que me quedo de pie, a un par de metros de distancia, sujetando la correa que Danko lleva enganchada al tobillo para tirar de ella en caso de que se ponga violento. Y, por suerte para la chica inglesa, nuestro tren llega enseguida y subimos en un vagón casi vacío donde me paso todo el viaje tratando de explicarle a Danko una y otra vez porqué la chica inglesa ha sido tan antipática con él.

lunes, 15 de septiembre de 2008

GÉNESIS

La madre sostiene al niño muerto entre sus brazos, recorriendo el desierto a lomos de un burro blanco construido con cartón piedra y tiras de papel. En las entrañas del disfraz, dos hombres agazapados tratan de imitar el trote pausado del animal. Se puede escuchar el crujiente sonido del calor que desprende la arena. Las pisadas del burro falso y los llantos de la madre.
Ella contempla el rostro amoratado de su hijo y siente como si una mano huesuda le rascara las paredes del estómago. Aprieta con sus muslos la espalda del hombre que da vida a la parte trasera del burro. Su vagina y la columna vertebral del desconocido. El cuello rígido del animal. El cielo azul, los matojos a la espera de un soplo de brisa. Es Frida Kahlo, es la Virgen María, es una hermosa guerrera que mastica la desgracia con una mueca de hastío.
Los ojos del burro son dos flores de cartulina roja, su boca un tajo por el que asoma la mirada vidriosa del hombre encerrado en su interior. Una esvástica pintada con carmín sobre la frente del animal.
Y un pozo. Es entonces cuando el burro se detiene y la mujer desciende con el niño apretado contra su pecho, derramando las últimas lágrimas. Hay un burro de cartón piedra partido en dos sobre la arena y hay dos hombres que se secan el sudor mientras comparten una Coca-Cola caliente. Hay un sonido gutural enterrado en las profundidades del pozo.
-Bebed todos de él, pues esta es mi sangre –dice la mujer mientras sostiene el cuerpo de su hijo sobre el abismo.
Uno de los hombres deja escapar un eructo y se limpia los labios con el dorso de la mano.
El niño muerto cae al vacío.

domingo, 14 de septiembre de 2008