Han rodeado la sucursal de la entidad bancaria en plena madrugada, equipados con complejos dispositivos, en silencio, tratando de no despertar a los vecinos del pueblo para evitar una avalancha de curiosos que podría ser letal para el correcto desarrollo de la operación. A través de las ventanas observan al espectro, una masa de luz con rasgos ligeramente humanos que deambula desorientada por la oficina. Dan la impresión de tener un plan entre manos, pero no lo tienen.
El Teniente Aguilera les dice a sus hombres que esperen; los refuerzos están en camino. Sostiene un café humeante entre sus manos mientras sus pies trazan círculos desordenados sobre las baldosas de la acera.
De algún modo, el espectro es consciente de la situación y parece sufrir un ataque de pánico. Se choca contra las paredes, comienza a destrozar el mobiliario con fuertes embestidas que son explosiones de luz y papeles flotando en el aire. Un grupo de agentes bloquea la entrada de la oficina. “Entidad bancaria”, piensa uno de ellos. Entidad bancaria.
Los refuerzos no llegan y la situación se complica cuando el espectro arremete contra la puerta de entrada, tratando de salir a la calle. Sus sacudidas transmiten un grado de desesperación salvaje, primitivo, infrahumano. La puerta está a punto de ceder, los cristales se comban como si estuviesen hechos de agua. Los agentes se agolpan frente a la entrada, algunos sostienen sus pistolas mientras apuntan al cielo. El propio Teniente Aguilera deja caer su café al suelo y se suma a la improvisada barricada humana. Hay gritos. Las ventanas de las casas circundantes se iluminan. Y los refuerzos siguen sin aparecer.
El Teniente Aguilera les dice a sus hombres que esperen; los refuerzos están en camino. Sostiene un café humeante entre sus manos mientras sus pies trazan círculos desordenados sobre las baldosas de la acera.
De algún modo, el espectro es consciente de la situación y parece sufrir un ataque de pánico. Se choca contra las paredes, comienza a destrozar el mobiliario con fuertes embestidas que son explosiones de luz y papeles flotando en el aire. Un grupo de agentes bloquea la entrada de la oficina. “Entidad bancaria”, piensa uno de ellos. Entidad bancaria.
Los refuerzos no llegan y la situación se complica cuando el espectro arremete contra la puerta de entrada, tratando de salir a la calle. Sus sacudidas transmiten un grado de desesperación salvaje, primitivo, infrahumano. La puerta está a punto de ceder, los cristales se comban como si estuviesen hechos de agua. Los agentes se agolpan frente a la entrada, algunos sostienen sus pistolas mientras apuntan al cielo. El propio Teniente Aguilera deja caer su café al suelo y se suma a la improvisada barricada humana. Hay gritos. Las ventanas de las casas circundantes se iluminan. Y los refuerzos siguen sin aparecer.
3 comentarios:
"Entidad bancaria"...puff, que miedo. Yo a veces he sentido su presencia cuando intenté pedir un crédito...
No sé por qué, pero al Teniente Aguilera le visualizo casi igualito al Jefe Wiggum de los Simpson.
Un saludo
El espectro, como buena entidad que es parece ser que vió el letrero de fuera y para allá que fue. Pero estaba muy equivocado, pasó de largo. No leyó 'bancaria'. Ese ataque de pánico se debe a que se da cuenta del lugar en el que está. Acaba de ver aquel receptáculo lleno de caramelos con el diseño de La Caixa que está en la mesa del fondo. Aquella estrella. Esa estrella que le jodió bien vivo cuando estaba ídem.
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