martes, 5 de agosto de 2008

VERDE

Dos coches se detienen en un semáforo en rojo, uno al lado del otro. Los conductores se miran, fugazmente; esa mirada instintiva con fines poco claros que uno no puede evitar cuando se detiene ante un semáforo. Ambos son hombres de mediana edad. Visten vaqueros y camisetas de algodón de diferentes diseños. Uno de ellos lleva gafas de sol.
El que no lleva gafas de sol pisa el acelerador, haciendo que el motor ruja como una sierra eléctrica. El otro conductor le imita. Son los prolegómenos de un desafío. Una carrera a muerte en la que no se sabe muy bien qué es lo que está en juego.
No conducen coches caros.
Los últimos peatones cruzan apresuradamente. Apenas faltan unos segundos para que el semáforo pase al verde. No hay ningún vehículo detrás de ellos. Es una calle poco transitada.
Rummm, rummm. Los motores aúllan, las carrocerías tiemblan. Los dos hombres miran al frente, sin perder de vista el disco luminoso del semáforo. El de las gafas de sol enciende un pitillo y lo deja enganchado a sus labios. Después baja la ventanilla para echar las cenizas al exterior. El otro hombre, el que no lleva gafas de sol, cree que su oponente le quiere decir algo. Piensa que ha bajado la ventanilla para susurrarle alguna frase acorde con la situación: “Veamos que sabes hacer, niñato” o algo por el estilo. Así que también baja la ventanilla, la del lado del acompañante, para mostrale al otro que no tiene miedo. No se ha dado cuenta de que el tipo de las gafas de sol solo quiere echar las cenizas del cigarro.
Balbucean, mueven la cabeza con nerviosismo.
-¿Me querías decir algo?
-No, no. Era para... por el cigarro.
-Ah, vale... pensaba qué...
Han dejado de pisar el acelerador, sin darse cuenta. Hace tiempo que el semáforo ya ha pasado al verde. El tipo de las gafas de sol mete la primera y reanuda tranquilamente su camino. El otro conductor finje durante un buen rato que no le entra la marcha para perderlo de vista.

No hay comentarios: