jueves, 31 de julio de 2008

VIDA EN EL McALLÁ

Tras morir plácidamente después de una penosa convalecencia y atravesar el famoso tunel de luz blanca, Raúl Salgado descubre que el más allá es simplemente un bucle que tiene lugar en la cola de un McDonalds. Así de simple. Ahora la conciencia de Raúl está encerrada en el cuerpo de un adolescente que espera su turno en una franquicia de la popular cadena de hamburguesas.
Pero la secuencia dura solamente unos cinco segundos. Cinco segundos en los que un adulto trajeado abre la cartera para abonar el happy meal de su hijo y varias monedas caen al suelo con estrépito visual pero sin sonido. Y cuando las monedas aún no han dejado de rebotar y el hombre flexiona ligeramente las rodillas para recogerlas, el bucle comienza de nuevo. Un loop en el que Raúl Salgado es plenamente consciente de todo lo que ocurre.
No es como una especie de ensoñación ni nada parecido. Raúl está allí, sintiendo el roce de una gorra demasiado ajustada en su cabeza, observando la frente sudada de la chica del mostrador. Los pelitos en la nuca de la joven que espera su turno delante de él. El ligero amago de su nuevo cuerpo que, en un acto reflejo, decide ayudar al hombre trajeado a recoger las monedas. El calor pegajoso de la parrilla. Sólo la falta de sonido dota a la escena de una cualidad vagamente pesadillesca.
Y, sin embargo, existe una cierta libertad dentro de la claustrofobia. Raúl puede mover los ojos y sus pensamietos no son interrumpidos cada vez que se inicia el loop.
Así que durante sus primeros años en el más allá se dedica a fijarse en cada detalle de la escena para tratar de encontrar algo de sentido en todo esto. Aprende la forma y textura de cada mancha de tomate incrustada en el mostrador. Convierte el tablón de precios en una especie de mantra inútil. Y, para paliar la soledad, comienza a considerar al hombre trajeado como su mejor amigo.
Millones y millones de loops después, no sólo no ha encontrado respuestas sino que las preguntas se multiplican. ¿Es éste un más allá personalizado o todo el mundo y en todas las épocas termina aquí sus días? Raúl se imagina a hombres ilustres como Napoleón, Sócrates o Bach literalmente flipando en estas circunstancias. El hombre trajeado, la cajera, la chica que espera frente a él... ¿Son también cuerpos que encierran a otras almas asustadas? ¿Es esto el cielo o el infierno? ¿Quizás el limbo? Etcétera, etcétera.
Así que Raúl, de un modo que resulta ciertamente difícil de explicar, termina adaptándose a su nueva vida y consigue establecer una especie de comunicación enfermísima y sofisticada con la gente que le rodea en el McDonalds. Un diálogo imperceptible. Además, está empezando a sospechar que la chica del mostrador trata de tirarle sutilmente los trastos.