jueves, 31 de julio de 2008

CERVICALUS

Ese hijo de puta lleva tres noches seguidas viniendo al parque con esa cosa repulsiva que ataca a nuestros perros. Y me da igual que el hombre se muera de vergüenza y no deje de repetir “lo siento” y “no volverá a ocurrir” con su voz temblorosa y como de viejo marica cada vez que su mascota da un zarpazo a mi pequeño Poty.
Bueno, su mascota... Eso si se le puede llamar mascota a una especie de mantis religiosa gigantesca con piel viscosa y enormes colmillos que parece sacada de El señor de los anillos. Fíjate que el tipo la lleva atada con una cadena... No te hablo de una correa, sino de una CADENA. Y aún así no puede controlar sus embestidas. Es ese bicho lo que pasea al dueño, y no al revés. El otro día le arrancó la cabeza de una dentellada a Chipi, el pequinés de Doña Julia. La pobre mujer llorando con el cuerpo decapitado de su perrito entre los brazos, con el vestido empapado en sangre... Y ese malnacido pidiendo perdón una y otra vez y echándole tímidamente la bronca a su monstruo. Menos mal que lo de mi Poty son sólo rasguños, porque es un perrito ágil, con reflejos. Por eso se llama Poty, como el bailarín.
Lo más extraño del asunto es que el tipo, el cabronazo que pasea al monstruo, no parece mostrar ningún... afecto por su mascota. Es como si alguien le obligara a pasearla cada noche por el parque. En el fondo, da un poco de lástima. Pero, ¿qué quieres que te diga? No vamos a consentir que esa criatura gigantesca ponga en peligro la vida de nuestros perros, así que esta misma noche vamos a dejarle bien clarito quiénes mandan en el parque. Te hablo de darle una paliza al tipo. Una buena tanda de hostias. ¿Te apuntas, no?

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