jueves, 31 de julio de 2008

JULIO ACERO A PUNTO DE LLORAR

Entro al despacho de Julio Acero casi temblando. No es común que el director general de la empresa solicite la presencia de un simple becario con carácter urgente, así que efectúo un rápido repaso mental de mis malas acciones. Robo de grapas y grapadora, uso no autorizado de la fotocopiadora, e-mails de contenido grosero... Nada que pueda justificar un llamamiento del mismísimo Julio Acero, uno de los hombres más influyentes de la industria juguetera en España.
Doy tres golpes a la puerta con una intensidad calculada.
-Adelante.
Y me encuentro al señor Acero, director general de DiverToys S.A, subido a cuatro patas en la mesa de su despacho, con los pantalones bajados a la altura de sus tobillos. Su rostro rojizo y sudoroso, como a punto de explotar. La respiración agitada. La urgencia en el temblor de sus labios.
-Por favor, David Falcó –susurra.- Méteme un dedo en el ano.
No lo dice de forma arrogante, ni dando a entender que su cargo en la empresa le otorga esa clase de derechos. Lo dice como quien pide agua después de haber caminado durante tres días bajo el sol del desierto. No es una orden. Es un ruego desesperado. Y además se ha acordado de mi nombre. Y de mi apellido. El uso de mi apellido en estas circunstancias es ciertamente inquietante.
-David Falcó, te lo suplico. Ven aquí e introduce tu dedo en mi culo. Ni siquiera te pido que te acerques demasiado. Sólo alarga el brazo y mete tu dedo índice en mi ojete. Por favor, por favor, por favor.
La silueta del señor Acero a contraluz, como un perrito moribundo sobre la mesa, con los pantalones bajados y mostrando un culo peludo y blanco. Julio Acero a punto de llorar.

No hay comentarios: