El joven interpreta a un pastor en un belén viviente. Lo hace por dinero. Cinco horas de pie, inmóvil, con un cordero de cartón sobre sus hombros. Una expresión desprovista de emociones en su rostro mientras recibe los flashes de las cámaras de los turistas. Y el belén viviente es tan verosímil que hasta el Niño Jesús es un bebé de verdad. Un bebé que se mueve y llora y mordisquea la paja con la que está fabricada su cuna. Un bebé cuyo rostro comienza a amoratarse cuando los trocitos de paja forman una bola letal que bloquea su garganta. Y el joven que ni siquiera pestañea cuando el rey Melchor grita que alguien llame a una ambulancia. Mientras el Mesías se tiñe de violeta como una remolacha y pone los ojos en blanco. Mientras el Niño Jesús muere por asfixia en los brazos de una Virgen María que ni siquiera es su auténtica madre.
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5 comentarios:
Buf, menudo BELÉN MACABRO nos has ofrecido.
A mi entender, con este relato nos planteas un "impasse" entre un estado de conciencia laboral y un estado de conciencia propio de las situaciones de emergencia.
Menudo zorro estas hecho, menudo CANALLA.
Pues, entonces, eres el CANALLA de mis sueños
Uf, vaya fenómeno. Como escarpias los pelos, imaginando tan entrañable panorama navideño...
Ir al belén viviente de Intereconimía y quemarlo DE PARTE DE HONGOS. Decirle esto a la policía "ES DE PARTE DE HONGOS"
Belén moribundo.
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