martes, 29 de junio de 2010

REPETICIÓN

El velocista cruza la línea de meta, levantando los brazos, mirando hacia el cielo mientras contiene la respiración. Alguien le anuda la bandera nacional al cuello. Un hombre con walkie-talkie le entrega un ramo de flores. El segundo clasificado se acerca al ganador y ambos intercambian un abrazo descafeinado. La victoria ha sido aplastante. Tres metros de ventaja en una carrera de cien. Décimas de segundo que significan todo un abismo.
Pero esperen un momento. Estén atentos a la repetición del tramo final de la carrera en sus televisores, en los monitores gigantes del estadio, en la pantalla plana de un bar de carretera. Porque en la repetición el ganador no gana. En la repetición es el segundo clasificado quien cruza en primer lugar la línea de meta tras remontar en los últimos metros. Las imágenes no mienten. Y nosotros podemos equivocarnos. Equivocarnos todos a la vez.
Es un alivio creer que el ramo de flores se entrega finalmente a su legítimo dueño.

jueves, 3 de junio de 2010

COMUNIÓN

El padre piensa que las secuelas psicológicas de la violación serán de algún modo más soportables para su hija si consigue que todo el asunto tenga la apariencia de una abdución extraterrestre. Cree que puede convertir un acto horrible y despreciable en una pesadilla infantil. Algo que se recuerda envuelto en bruma; un trauma barnizado de ficción.
Y no es el trabajo de un aficionado. Hay potentes focos apuntando a la ventana de la habitación de la niña. Hay altavoces y máquinas de humo. Hay un ventilador que parece el motor de un avión comercial.
Y, por supuesto, un disfraz. Un disfraz comprado a través de una web japonesa que no resulta precisamente barato y cuyos mecanismos internos permiten controlar incluso el movimiento de las pestañas.
No es necesario contar más.

sábado, 29 de mayo de 2010

MATA AL BEBE

-Cuando se abre el telón vemos al bebé sobre una mesa. También hay un atril donde colocamos la caja negra que contiene el objeto. El concursante...
-El bebé está desnudo.
-Mmm... No lo sé. Quizás lleva un pañal. No nos preocupan los detalles de momento. En una esquina de la pantalla vemos el cronómetro que marcará los treinta segundos. Una cuenta regresiva, de treinta a cero. Y entonces el presentador abre la caja.
-El concursante descubre a la vez que el público el contenido de la caja.
-Sí. Un cortauñas, un mechero. Un bombilla.
-Estoy intrigado.
-En ese mismo instante el cronómetro se pone en marcha y el concursante debe matar al bebé haciendo uso del objeto.
-Perdona, ¿acabas de decir "debe matar al bebé"?
-Piénsalo bien. El concursante no conoce previamente el contenido de la caja. Sólo tiene treinta segundos para acabar con la vida de... Joder, está obligado a desplegar toda su creatividad. Se lo ponemos difícil. Le damos una esponja. Le damos... un rotulador de punta gorda.
-Y el show se llama "Mata al bebé".
-Mata al puto bebé. Claro y conciso. No me digas que no es una idea cojonuda.
-...
-Es una idea de puta madre.

viernes, 28 de mayo de 2010

martes, 11 de mayo de 2010

CLÁSICOS Vol.I

Estás sentado en una silla de plástico duro, guardando silencio junto a otros nueve candidatos. Alguien comenta que ya han pasado quince minutos desde que dieran las diez. Nadie le responde; es lo que suele ocurrir cuando un grupo de desconocidos comparte el limbo que constituyen esos momentos previos a una entrevista de trabajo.
Un señor con traje que roza la cincuentena entra en la sala. Se presenta al grupo como el responsable de recursos humanos. De pronto, parece fijarse en uno de los candidatos. Es la persona que se sienta a tu lado; un joven rubio y pecoso con camisa blanca y un enorme reloj de pulsera.
-¿Marquitos?
-¿Don Julio?
El responsable de recursos humanos se acerca a Marquitos mientras este se levanta de su silla. Se dan un pico. Repito, se dan un pico en la boca. No es nada sexual ni sucio. Es solo un beso inocuo como los que se intercambian los actores de teatro entre bastidores. Después, el responsable de recursos humanos (A.K.A Don Julián) da un paso atrás y ejecuta un saludo fascista que es respondido al instante por un idéntico gesto de Marquitos. Se ríen tímidamente, conscientes de lo embarazoso que resulta mostrar afecto en público. Levantas la mano para hacer una pregunta.