Está cagando en el baño cuando se dispara el drama. Gritos desde el salón, el bebé que se ahoga mientras intenta el llanto. Su hija de siete meses asfixiándose con un trozo de almendra, o de pollo, o con un botón desprendido de su rebeca rosa de lana. El padre haciendo fuerza sobre la taza del váter en el mismo instante en que su mujer estalla en alaridos, solicitando ayuda divina. Y el tiempo que es demasiado valioso para que el padre se entretenga en limpiarse el trasero. Así que pantalones arriba, intento fallido de maniobra de Heimlich, taxi, carrera por los pasillos de Urgencias con el bebé -rostro ya morado- en sus brazos y un cremoso y caliente trozo de zurullo entre las nalgas y la ropa interior del padre. Un triste pedazo de mierda del que solo será consciente cuando llegue a casa, abatido y sedado. Su hija envuelta en una bolsa negra de plástico.
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2 comentarios:
Veo que sigues en forma,le di a leer esta entrada a mi abuela y despues de que lo hiciera la tube que meter en otra bolsa
No no y no,nadie se ahoga .¡Nadie se ahoga !y menos los niños.Me pongo muy nervioso cuando escucho toser a la gente .Este relato ,supongo que basado en hechos reales , no me ha gustado .Me ha puesto nervioso ,es antipático y desagrable .Nadie se ahoga .
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