Un varón desnudo, con obesidad mórbida, sin genitales y sin boca irrumpe en una comisaría de barrio a altas horas de la madrugada. Su piel es roja y azulada al mismo tiempo. Hay rasguños profundos en cada rincón de su cuerpo. Cuando digo que no tiene boca, me refiero a que sólo hay carne lisa debajo de su nariz, como si alguien la hubiese borrado con un programa de retoque fotográfico. Lo mismo ocurre con sus genitales. El hombre gesticula con gravedad frente al policía de guardia. Se desploma sobre una silla endeble que está a punto de ceder bajo la mole de carne que es su cuerpo y empieza a llorar sin emitir ningún sonido. El polícia le pregunta quién es, qué ha ocurrido, por qué está desnudo. El varón con obesidad mórbida coge un bolígrafo y papel del escritorio y escribe. Me lo han hecho ellos. El polícia pregunta que quiénes son ellos y el varón se pone a temblar. Su boca, pregunta el policía, qué le ha pasado a su boca. El hombre desnudo señala hacia la calle y después levanta la carne de su barriga para mostrar la superficie lisa, como de muñeca, en la que deberían estar emplazados su pene y sus testículos. Un fogonazo de luz ilumina el exterior. El policía descuelga el teléfono y marca un número a toda velocidad. Un ruido brutal y metálico crece en la calle. El varón sin boca se esconde bajo la mesa. Alguien entra.
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2 comentarios:
Para arreglar esa carencia de orificio bucal basta una cuchilla de afeitar, no hace falta que esté oxidada, se pide al sujeto que abra sus mandíbulas todo lo que pueda, que se estire el pellejo y se transparente la dentadura a su través, así es más fácil practicarle la boca, se puede escoger así la anchura deseada, si se quieren labios carnosos está complicado pero rojos sí que quedan, rojos no hay problema.
Esos inicios de relato, esos trailers... esos camiones articulados.
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