jueves, 25 de diciembre de 2008

FANS

Aunque todavía faltan dos días y ocho horas para la apertura de puertas del recinto que albergará la primera actuación de Tokio Hotel en España, un grupo de al menos veinte personas ya ha formado una cola frente a la entrada. Provistos de sacos de dormir y termos de leche con Cola-Cao, los fans matan el tiempo de espera intercambiando anécdotas y rumores acerca de la banda de pop-rock adolescente. "¿Sabíais que Bill duerme siempre en pelotas y abrazado a su iguana?". "El primo del batería apareció como extra en High School Musical". "Tom es gay". Algunos fans lucen un peinado colorista y explosivo que imita el estilo del cantante de la banda. La mayoría son chicas, de entre 13 y 16 años de edad. De vez en cuando, los papás de algunas de las jóvenes visitan la cola para rellenar sus termos y asegurarse de que nadie las ha obligado a consumir drogas. Los padres no son bienvenidos en la cola. Depender de papá y mamá se sitúa en las antípodas de la filosofía de un fan de Tokio Hotel. Sin embargo, las chicas agradecen en el fondo las provisiones de sandwiches y leche calentita.
La noche anterior al concierto, la cola de fans aumenta considerablemente. Hay mucho colorete, mucho lema grabado en la frente con pintalabios. "Te quiero, Bill". "Tokio Hotel Forever". A una niña de nueve años le han pintado la frase "Bill, hazme un hijo" en los mofletes. A eso de las cuatro de la madrugada, un Audi A4 aparca a unos metros de la cabeza de la fila. Lo conduce un señor que ronda la cincuentena. En el asiento del copiloto una mujer llora desconsoladamente, sosteniéndose la cabeza con las manos. El señor se apea del vehículo y se acerca a una de las adolescentes; después le susurra algo al oído, la ayuda a levantarse y le pasa el brazo sobre los hombros. Padre e hija entran en el coche donde la señora sigue llorando con una angustia silenciosa. El Audi arranca y desaparece en la noche. Una chica con muñequeras de pinchos y collar de perro se dibuja corazones negros en los antebrazos.

domingo, 30 de noviembre de 2008

EL LAMENTO MÁS AMARGO DEL MUNDO

Un matrimonio de ancianitos con la ropa manchada de excrementos. Dos personas adorables deambulando por la acera, impregnadas de mierda, tratando de
balbucear algunas palabras. El operario del ayuntamiento explicando al borde del llanto que la tubería ha reventado, que no es culpa suya, que lo siente en
el alma. Un conducto de aguas fecales que ha eyaculado su lefa putrefacta sobre los dos viejos. Mierda humana salpicando las gafas del pobre abuelito, mierda y más mierda incrustada en su rebeca, resbalando por su bastón. Y el matrimonio con el rostro enfocado al vacío, como si la suciedad que cubre sus ropas flotase en otra dimensión. Cada viejecito desorientado en su propio hoyo de confusión, incapaces los dos de cuidar el uno del otro.
-Venimos del médico -dice la anciana.
Y su frase suena como la destilación del lamento más amargo del mundo. Venimos del médico. Y lo peor vendrá después; cada uno en un borde la cama, despojándose de sus prendas inservibles con la lentitud que precede a la muerte.
Veinte veces tristeza.

EL CRAPO

Primer error: refugiarte en el campo de golf. Al salvaje Crapo le resulta muy fácil corretear sobre la hierba; es más, su velocidad se optimiza en esta superficie, donde puede clavar sus garras con mayor firmeza y agrandar así sus zancadas.
Segundo error: no subirte a un árbol. Si lo hubieses hecho, el Crapo habría desistido. No puede escalar el tronco. Quizás habría mordido la corteza violentamente durante un rato y después se habría marchado. Un árbol de tamaño mediano, uno de esos olivos que has esquivado en tu frenética huida, resultaba válido como refugio definitivo ante una muerte más que segura.
Tercer y fatal error: detenerte y arrancar el banderín del hoyo 12 para utilizarlo a modo de improvisada arma blanca. Atacar a un Crapo con un palo flexible de plástico es como tratar de provocarte un aborto con un clip desenrrollado. Sólo un tarado podría afrontar con esperanzas la arremetida del bicho utilizando un puto banderín que ondea ridículamente bajo la luz acuosa de la tarde.
Aun así, todavía te queda una ínfima oportunidad si te haces el muerto y consigues de esta manera que el Crapo se contente con arrancarte un brazo a dentelladas, con desfigurarte la cara usando sus pezuñas, con arrancarte la piel a lengüetazos mientras una bola rueda perezosa sobre la hierba del green y cae en el agujero, como tragada accidentalmente por un bostezo perfecto.

martes, 25 de noviembre de 2008

EGO

Llevas un disfraz pero no sabes de qué porque te han obligado a cerrar los ojos mientras te lo colocaban. Has sentido el roce de la gomaespuma y después descubres que, de algún modo, puedes respirar y ver a través de dos agujeritos pero no puedes mover el cuello y mirar tu atuendo porque estás literalmente embutido en gomaespuma. Entonces tu principal cometido ahora es buscar un espejo para descubrir qué aspecto tienes; te paseas por la casa, una casa que no es tuya, abres puertas, saludas a gente que no conoces, intentas descifrar tu reflejo en un valioso jarrón de bronce pero sólo consigues ver una bola difusa que no se parece a nada humano. Sales de la casa y recorres el jardín. Descubres una charca artificial, con un banco de mármol en la orilla. Te acercas. Te conmueve la visión de la luna y las estrellas y las nubes rasgadas en la superficie del agua. Te acercas más. Te inclinas para descubrir de qué vas disfrazado. Te inclinas demasiado. Pierdes el equilibrio. Te caes al agua.

lunes, 24 de noviembre de 2008

PARECE UNA ECOGRAFÍA

Sin duda, parece una ecografía. Son manchas en blanco y negro sobre papel fotográfico. En los bordes aparecen letras y números que muestran una información indescifrable. Lo ha encontrado en el asiento de atrás del coche de su mujer, así que debe de ser una ecografía, puesto que ella está embarazada de ocho meses. El hombre sostiene la imagen por la esquina superior derecha con la punta de los dedos, acercándola al tubo fluorescente del techo del garaje para poder examinarla mejor. Su mujer está durmiendo en el piso de arriba, con la barriga hinchada como un volcán a punto de reventar. Vista de cerca, la imagen no es más que un cielo negro cubierto de nubes blancas y grises pero, al alejarla, la ecografía muestra una figura vagamente humana. Ahí está el estómago rechoncho y también los bracitos blandos y casi transparentes. El cráneo frágil, los ojos cerrados y los colmillos. El hombre siente cómo una marejada de olas tóxicas le golpea las paredes del estómago. El futuro bebé tiene una dentadura afilada de tiburón o de delfín, y su nariz es alargada y parece un pene de arcilla. El futuro papá deja la ecografía donde la había encontrado y resiste la repugnante sensación de mirarla otra vez. Extrae un CD de Elton Jhon de uno de los compartimentos del cargador (para eso había bajado al garage), se bebe medio vaso de agua, sube a la habitación y se sienta en la cama. Si no tuviese los ojos cerrados y el volumen del discman al máximo podría escuchar las palabras apenas murmuradas de su esposa, que sueña panza arriba a su lado.

miércoles, 19 de noviembre de 2008

LA ERA DEL TERROR

La pesadilla consiste en que el cajero del supermercado hace un llamamiento a todos los clientes a través del sistema de megafonía para que se acerquen a la caja a reirse de la compra de Donato. Lo que el dependiente dice es algo así como: “Señores clientes, les invito a visitar la caja 23 para que se burlen sin piedad de la compra que acaba de realizar este imbécil”. Y el pobre Donato siente una vergüenza atroz mientras decenas de personas señalan a los productos que ha adquirido y el local se inunda de carcajadas. No se trata de que haya comprado condones, ni compresas, ni revistas porno, ni nada por el estilo. Sólo se ha llevado dos cartones de leche, arroz, pasta y un paquete de cereales. Pero la gente se sostiene el estómago y hay lágrimas y ataques de tos y cada vez hay más clientes alrededor de la compra de Donato. “Fíjense con atención en todo lo que se lleva a casa este subnormal”, sigue diciendo el cajero con una voz neutra, desprovista de sentimientos, cebándose con Donato, que se siente como desnudo en medio de una plaza, con los genitales expuestos a la vista de los transeuntes. “¿Se puede ser tan estúpido?”, pregunta el cajero para arengar a la multitud. Y Donato se queda paralizado hasta que la pesadilla se diluye en una espiral de carcajas.

GUÍA RÁPIDA PARA EL USUARIO DE "NOX P-08"

1) No rasgue el embalaje con las manos; utilice un trapo humedecido con agua caliente para despegar el papel especial en las zonas que aparecen marcadas con una línea discontínua (-------------).
2) La apertura de la caja (ahora sí puede utilizar las manos) debe realizarse a oscuras. Puede valerse de una toalla de baño para cubrir la rendija inferior de la puerta y así evitar cualquier entrada de luz. El mejor método para comprobar sí la oscuridad es total consiste en permanecer cinco minutos en la habitación, hasta que la vista se habitúe. Después coloque la mano a unos centímetros de sus ojos y, si no distingue ninguna forma, todo estará preparado para la apertura del Nox P-08.
3) Abra la caja y extraiga su contenido cuidadosamente, agarrándolo por la base. Es importante que se asegure de que nadie va a interrumpirle durante el proceso. La irrupción de un foco de luz mientras sostiene al Nox P-08 entre sus manos podría provocar un grave accidente. Cierre la puerta con llave, pestillo o cualquier otro método rudimentario.
4) Apoye su Nox P-08 en el suelo y aléjese al menos a tres metros de distancia. Si le resulta dificultoso realizar la medición a oscuras, recuerde que tres metros corresponden aproximadamente a tres pasos largos.
5) Active un foco de luz durante no más de dos segundos (puede utilizar una linterna o un mechero).
6) Relájese y disfrute.

jueves, 13 de noviembre de 2008

LA NIÑA BAJA LAS ESCALERAS

La niña baja las escaleras con cara de sueño, el pelo revuelto, un pijama rosa de una pieza. En el salón, Papá y Mamá cenan con unos amigos.
-¿Te hemos despertado, cariño? -dice la madre mientras se acerca para coger en brazos a la niña.
Pero la pequeña da un paso atrás.
-No me toques. Acabo de ser violada por el Diablo.
Una niña de siete años hablando en voz pasiva; "ser violada por el Diablo". La invitada escupe en su plato el bolo de comida que estaba masticando. Papá se levanta asustado y sube las escaleras con largas zancadas. La luz de la habitación está encendida, la ventana abierta mientras las cortinas se mueven agitadas por un viento fantasmal. No hay manchas de sangre en las sábanas.
-El Diablo ha entrado a mi cuarto y me ha hecho cosas muy feas -dice la niña.
Los adultos formulan una pregunta detrás de otra; Papá sale al jardín con una linterna e inspecciona cada rincón.
-Tenía la piel plagada de cicatrices. Su boca olía a sapos muertos.
Una niña utilizando la palabra "plagada". Los invitados recogen sus abrigos en silencio y se marchan a casa.
-Su verga era un hierro candente. Mi útero está relleno de semen y espinas.
Una niña diciendo "verga", una niña diciendo "útero". Mientras Mamá friega los platos, Papá hunde su nariz una y otra vez en los cabellos de la pequeña. Pero no hay olor a azufre.

lunes, 10 de noviembre de 2008

HACIA LA GLORIA

Los cabellos blancos ondeando como espigas de puto trigo al son de la brisa caliente. Las manos aferradas a las bridas del corcel blanco, la mirada del joven succionada por la fuente de luz. Trotando sobre la nada. Caballo y jinete ascendiendo por una escalera invisible que conduce hacia un destino glorioso. Trompetas, fanfarria. La música de las esferas en 5.1. Rayos de colores pastel y palomas sosteniendo ramas de laurel en sus picos. El modo más retorcido y pomposo de aplaudir las hazañas del hijo pródigo. Un túnel flanqueado por ángeles y querubines donde flota el vapor de los dioses. Y al final, un espejo.

jueves, 6 de noviembre de 2008

LOS 100 MEJORES CHISTES DE LA LENGUA ESPAÑOLA (nº 72)

Cuatro altos ejecutivos comparten una agradable sobremesa en un restaurante de lujo. El camarero, un señor ecuatoriano casado y con tres hijos, toma nota de los postres hasta que uno de los ejecutivos le dice:
-Yo tomaré mousse de cojón.
El ecuatoriano, cuyo nombre es Wilfredo, dirige una mirada al resto de comensales mientras esboza una sonrisa, pero enseguida comprueba que nadie en la mesa ríe la gracia.
-¿Disculpe, señor?
-He dicho que tomaré mousse de cojón –repite el ejecutivo con una seriedad aterradora.
Wilfredo vuelve a la cocina y comenta el hecho con uno de los pinches, que se limita a encogerse de hombros. Después observa al grupo de empresarios a través del cristal situado en la parte superior de las puertas abatibles, tratando de comprobar que no se trata de una broma privada de la cuál es claramente la víctima. Pero ninguno de ellos se está riendo.
El pobre Wilfredo vuelve a la mesa y se inclina servicialmente:
-Lo siento, señor. La casa no ofece el postre que me ha pedido. Quizás sea de su agrado...
-Vamos a ver, muchacho –responde el ejecutivo frunciendo los labios con desprecio.- Tengo entendido que este restaurante debe su fama al delicioso mousse de cojón, así que no pienso marcharme de aquí sin probarlo.
Wilfredo vuelve a la cocina y trata de localizar a su superior, pero todo el mundo parece demasiado ocupado para escucharle. Estudia durante un rato los gestos de los ejecutivos en busca de risas complices, de codazos disimulados. El hombre que le ha pedido el mousse de cojón resopla con impaciencia. Y entonces Wilfredo comienza a temblar mientras se teme lo peor. Trata de reaccionar, pero no puede. Se queda con la nariz pegada al cristal de la puerta, los ojos vidriosos mirando a ninguna parte. La mente vacía de pensamientos mientras el hombre que ha pedido el mousse gesticula hacia Wilfredo para indicarle que se acerque de nuevo a la mesa.

MISTER SANDÍA

Aunque Pedro Silvano, director de TH2, aseguró el pasado jueves que la cadena privada continuaría la emisión de Mister Sandía –a pesar de su baja audiencia-, la serie que protagonizan Carla Ponti y el popular cómico “Cigüeñita” será finalmente eliminada de la parrilla televisiva. Al parecer, el aluvión de e-mails de protesta que ha recibido el canal desde el inicio de emisión de la serie ha obligado a TH2 a romper su fugaz relación con la productora Layla & Co., responsable del proyecto. Recordemos que Mister Sandía narra las desventuras de un mendigo (“Cigüeñita”) asaltado continuamente por las alucinaciones que provoca su extremo déficit alimenticio. En cada capítulo, el personaje emprende un viaje psicodélico a través de un mundo de pesadillas y horribles paranoias. El punto débil de la serie viene marcado por su exiguo presupuesto, que no alcanza para recrear fidedignamente las fantasías del mendigo. La voz en off, casi ininteligible, y los propios pensamientos en voz alta del protagonista son los únicos medios (a todas luces insuficientes) de hacer partícipe al espectador de las alucinaciones. Sólo se salva de la quema la escultural Carla Ponti, que aparece ocasionalmente para depositar una limosna en la taza de metal que sostiene el mendigo. Los planos interminables y gratuitos del escote de Carla cada vez que se inclina en cámara lenta a depositar su dádiva son la única luz en una serie por lo demás oscura y –hablemos con claridad- aburrida. Nos quedamos pues sin desvelar el interrogante que plantea la teleserie: ¿A quién corresponde la voz que guía las paranoias del mendigo? ¿Quién es y qué simboliza el tal Mister Sandía? Aunque, ¿es que acaso a alguno de ustedes le interesa saberlo?

miércoles, 5 de noviembre de 2008

DAMASCO SEXY GIRL

En la salida de pasajeros del aeropuerto del Prat, un hombre sostiene entre sus manos un cartel que reza: “Damasco sexy girl”. El letrero es de tamaño DIN A4 y está escrito con un rotulador de punta gorda. El señor que lo sostiene viste un traje raído de color marrón que le queda demasiado grande. Luce una calva sudorosa y consulta su reloj de pulsera continuamente. A su alrededor, otros hombres sostienen diferentes carteles: Señor Rodríguez, Adam Desrosiers, Agencia Navia. Cuando las puertas correderas se abren para expulsar a una nueva hornada de pasajeros, el hombre levanta el cartel de “Damasco sexy girl” por encima de su cabeza y fuerza una sonrisa dolorosamente exagerada. Algunos viajeros le miran con extrañeza y continúan su camino. Unos se funden en un cálido abrazo con sus familiares, otros salen a la calle y se afanan en tomar un taxi. El Señor Rodríguez resulta ser un ejecutivo rechoncho que arrastra una diminuta maleta. Al letrero de “Agencia Navia” acuden dos chicas no excesivamente guapas que saludan con un apretón de manos al joven que las espera. Pero ni rastro de “Damasco sexy girl”. Aunque el hombre del cartel no se ha dado cuenta, algunos curiosos se han quedado merodeando disimuladamente por la terminal para asistir a la llegada del misterioso personaje, para descubrir quién cojones es “Damasco sexy girl”.
Pero ya es tarde. No quedan aviones por tomar tierra. Las puertas correderas solo se abren para dar paso a los empleados del aeropuerto que terminan sus turnos. Y el hombre del traje raído de color marrón se coloca el cartel bajo el brazo y, con la cabeza gacha, abandona el edificio y se pierde en la oscuridad del parking.

miércoles, 24 de septiembre de 2008

ARQUITECTOS DE LA IMAGEN (Vol. I)

A ver, Gloria... Tienes que mirar hacia el cielo con cara de sorpresa, como si un artefacto descomunal estuviese surcando... Así, así. No te muevas. Carol, levanta al gato, más alto, lo estás ofreciendo a los Dioses. ¿Quieres que le metamos otro sedante? ¿Quieres que nos cepillemos al animal para que dejes de agarrarlo con miedo? ¡Es sólo un gato, joder! No te tapes la cara, Maura... Quiero que saques la lengua hasta que te duela el estómago. Demoníaca, Maura, demoníaca... ¡Podéis dejar de hablar de una puta vez! ¡Intento trabajar! Dame más luz en el rostro del niño; sólo su cara y las manos de Greta apoyadas en sus hombros... Quiero que ella sea sólo una sombra, una silueta. Más sangre en el pelo de Gloria... Vale, vale, perfecto. Me falta algo... Maura, ¿quién te ha ordenado que sonrías? ¿Sabes lo que significa demoníaca? ¿Seguro? No lo parece. Que alguien le diga a la rusa que deje de tararear esa mierda; me está poniendo nervioso... ¿Cómo? ¿Qué el niño se está meando? La puta virgen... Venga, que sea rápido. Nos quedan exactamente siete minutos de luz. ¿Están preparados los fuegos artificiales? No, las máquinas de viento se encenderán cuando yo lo diga. ¡Me importa tres cojones que el gato se esté cagando en tu cara, Carol! ¡No te lo limpies, por Dios! Vaya tetas que se gasta la rusa, ¿no? ¿Nadie habla ruso? ¿Te importaría decirle que después...? ¡Vaya, ya está aquí el niño! ¿Has meado a gusto, chaval? ¿Podemos continuar? Bueno, esto ya está. ¿Vas a vomitar, Carol? ¡Hazlo, hazlo! Suelta las tripas por la boca pero mantén al gato bien alto... Te amo, Carol. Esto es bueno, joder. Esto es genial. Tres, dos... ¡Viento! ¡Fuego! Uno... Vale, lo tenemos.

martes, 23 de septiembre de 2008

ENTIDAD BANCARIA

Han rodeado la sucursal de la entidad bancaria en plena madrugada, equipados con complejos dispositivos, en silencio, tratando de no despertar a los vecinos del pueblo para evitar una avalancha de curiosos que podría ser letal para el correcto desarrollo de la operación. A través de las ventanas observan al espectro, una masa de luz con rasgos ligeramente humanos que deambula desorientada por la oficina. Dan la impresión de tener un plan entre manos, pero no lo tienen.
El Teniente Aguilera les dice a sus hombres que esperen; los refuerzos están en camino. Sostiene un café humeante entre sus manos mientras sus pies trazan círculos desordenados sobre las baldosas de la acera.
De algún modo, el espectro es consciente de la situación y parece sufrir un ataque de pánico. Se choca contra las paredes, comienza a destrozar el mobiliario con fuertes embestidas que son explosiones de luz y papeles flotando en el aire. Un grupo de agentes bloquea la entrada de la oficina. “Entidad bancaria”, piensa uno de ellos. Entidad bancaria.
Los refuerzos no llegan y la situación se complica cuando el espectro arremete contra la puerta de entrada, tratando de salir a la calle. Sus sacudidas transmiten un grado de desesperación salvaje, primitivo, infrahumano. La puerta está a punto de ceder, los cristales se comban como si estuviesen hechos de agua. Los agentes se agolpan frente a la entrada, algunos sostienen sus pistolas mientras apuntan al cielo. El propio Teniente Aguilera deja caer su café al suelo y se suma a la improvisada barricada humana. Hay gritos. Las ventanas de las casas circundantes se iluminan. Y los refuerzos siguen sin aparecer.

lunes, 22 de septiembre de 2008

¿QUIÉN ES USTED?

Lo último que esperas encontrar cuando te despiertas en mitad de la madrugada y entras a la cocina en busca de un vaso de agua es a un anciano desnudo sentado sobre la encimera. Un viejo en pelotas con gafas de sol y unas rodilleras de patinador. Su pene reposando sobre las migas de pan que han quedado sobre el mármol.
Y, a pesar del sobresalto que casi le hace lanzar el estómago por la boca, Eric reacciona con la calma que otorga el saberse físicamente superior al extraño. Sin encender la luz, le dice al intruso:
-¿Quién es usted?
Lo dice en voz baja, con una mezcla de educación y reproche. Es consciente de que, si despierta a su mujer, la situación se le puede ir de las manos. Por eso Eric prefiere resolverlo de la manera menos dramática posible. Quizás exista una explicación perfectamente lógica.
La luz de luna que irradia la ventana ilumina el cuerpo del anciano. Los pies colgando a varios centímetros del suelo. Su rostro inexpresivo mientras dirige la mirada a los azulejos de la pared.
-Es una cocina muy bonita –dice el viejo.
Eric echa un rápido vistazo al juego de cuchillos que reposa junto al fregadero.
-Nosotros no teníamos cocina –continúa el anciano.- No la necesitábamos.
-¿Qué quiere de mí? ¿Dónde está... su ropa?
El viejo se pone a llorar.
-Dormíamos en plena selva –solloza el anciano mientras se saca las gafas a la vez que se iluminan las dos bombillas de luz cegadora que tiene insertadas en las cuencas oculares.- Descansábamos al raso, con todas esas bestias salvajes merodeando a nuestro alrededor....
Eric se abalanza sobre los cuchillos de la encimera, pero resbala con torpeza. Su frente impacta contra el borde de mármol y de su cráneo brota un crujido seco, como de madera vieja.
Eric en el suelo, rodeado de un charco de sangre en expansión. El anciano desnudo iluminando el cadáver con los haces de luz que escupen sus ojos. La esposa recorriendo la oscuridad del pasillo, camino de la cocina.

viernes, 19 de septiembre de 2008

LA CHICA INGLESA

La chica inglesa tiene cara de no haber dormido. Danko dice que quizás ha madrugado demasiado y por eso tiene esa cara, porque no está acostumbrada a madrugar. Pero yo le respondo que hay una sutil diferencia entre el rostro de alguien que ha madrugado y el rostro de alguien que no ha dormido, aunque en realidad ambos tipos de rostro son fruto de la falta de sueño. Y Danko no capta mi reflexión hasta que no se la explico varias veces con otras palabras a través de un tubo de plástico muy rudimentario que Danko lleva enganchado de algún modo en la oreja. Después, cuando cree haber comprendido mi idea, Danko se acerca a la chica inglesa y le pregunta si ha dormido. Y la chica inglesa, que probablemente ni siquiera saber hablar en español, lanza un gritito breve y cortante cuando levanta la vista del libro que está leyendo y se encuentra con el rostro de Danko. Entonces Danko, que no tiene ninguna intención de ligarse a la chica ni de nada relacionado con el sexo ya que Danko está a años luz de todo eso, se sienta junto a la chica simplemente para averiguar que libro está leyendo. Así que me quedo de pie, a un par de metros de distancia, sujetando la correa que Danko lleva enganchada al tobillo para tirar de ella en caso de que se ponga violento. Y, por suerte para la chica inglesa, nuestro tren llega enseguida y subimos en un vagón casi vacío donde me paso todo el viaje tratando de explicarle a Danko una y otra vez porqué la chica inglesa ha sido tan antipática con él.

lunes, 15 de septiembre de 2008

GÉNESIS

La madre sostiene al niño muerto entre sus brazos, recorriendo el desierto a lomos de un burro blanco construido con cartón piedra y tiras de papel. En las entrañas del disfraz, dos hombres agazapados tratan de imitar el trote pausado del animal. Se puede escuchar el crujiente sonido del calor que desprende la arena. Las pisadas del burro falso y los llantos de la madre.
Ella contempla el rostro amoratado de su hijo y siente como si una mano huesuda le rascara las paredes del estómago. Aprieta con sus muslos la espalda del hombre que da vida a la parte trasera del burro. Su vagina y la columna vertebral del desconocido. El cuello rígido del animal. El cielo azul, los matojos a la espera de un soplo de brisa. Es Frida Kahlo, es la Virgen María, es una hermosa guerrera que mastica la desgracia con una mueca de hastío.
Los ojos del burro son dos flores de cartulina roja, su boca un tajo por el que asoma la mirada vidriosa del hombre encerrado en su interior. Una esvástica pintada con carmín sobre la frente del animal.
Y un pozo. Es entonces cuando el burro se detiene y la mujer desciende con el niño apretado contra su pecho, derramando las últimas lágrimas. Hay un burro de cartón piedra partido en dos sobre la arena y hay dos hombres que se secan el sudor mientras comparten una Coca-Cola caliente. Hay un sonido gutural enterrado en las profundidades del pozo.
-Bebed todos de él, pues esta es mi sangre –dice la mujer mientras sostiene el cuerpo de su hijo sobre el abismo.
Uno de los hombres deja escapar un eructo y se limpia los labios con el dorso de la mano.
El niño muerto cae al vacío.

domingo, 14 de septiembre de 2008

viernes, 15 de agosto de 2008

VENTRÍLOCUOS

Marc y yo sostenemos al bebé para ayudarle a meterse la raya de cocaina. La línea blanca desaparece bajo su naricita como por arte de magia. Después lo dejamos en el suelo y se pone a reír como un poseso, escupiendo babas y pataleando. No sabemos su nombre, así que le llamamos Charly. Apenas tiene diez meses pero, creedme, el muy hijo de puta es el alma del grupo. Irradia poder. Es un puto Dios envuelto en pañales. Un juerguista que no conoce límites. Aún está degustando el amargo sabor de la tercera raya de farlopa cuando nos pide una cuarta. “Opa”, dice el bebé. Y señala hacia el bolsillo del pantalón de Marc, que custodia el gramo.
Y deberíais verle follar; es una bestia. Cada noche tiene un coño nuevo en el que mojar su pececillo. Tías con tetas enormes y culos de cuatro dimensiones, universitarias, amas de casa... Todas se derriten como la mierda bajo el sol cuando Charly las seduce con su sonrisa de bebé. Y no voy a negar que Marc y yo nos ponemos las botas, visualmente hablando, cada vez que asistimos a Charly agarrándole los bracitos mientras lanza sus graciosas embestidas. Aunque la parte que más me gusta es cuando sostengo el cigarro en su boca después del polvo y tengo que conversar con voz de falsete con la chica de turno, finjiendo como un ventrílocuo que es Charly quien habla.
-Ha sido maravilloso, cariño –suele decir ella.
-Muñeca... –respondo yo con mi no demasiado buena imitación de la voz de un bebé.- Cállate la boca y reserva fuerzas para lo que viene ahora.
El cabrón es muy listo. Ahora está aprendiendo a utilizar la navaja que Marc y yo le regalamos las pasadas navidades. Le encanta rayar el parqué con ella, aunque a veces nos vemos obligados a quitársela porque aún es un poco patoso y acaba con las manos destrozadas por los cortes.
Dentro de dos meses cumplirá un año y vamos a organizar una fiesta por todo lo alto, con una estriper saliendo de un pastel enorme y cosas por el estilo. Marc y yo ya hemos pensado en su regalo: le vamos a hacer un tatuaje. Uno bien chulo en el centro de la espalda. Una esvástica, un dragón chino, una tia bien cachonda sobándose los pechos. Estoy seguro de que le va a encantar.
Marc suele decir que el bebé está destinado a hacer algo grande. Que tenemos suerte de estar a su lado y que en un futuro recogeremos los frutos de esta bonita amistad.
Y tiene toda la razón.

jueves, 14 de agosto de 2008

IMÁGENES DE ULTRATUMBA

Estimado Octavio Cervera:
En primer lugar quiero transmitirle mi enhorabuena por el éxito que está cosechando su programa, del que me considero una ferviente admiradora. Todos los jueves acudo a mi cita semanal con “El rincón del misterio”. Sobre todo, admiro el rigor y la profesionalidad con la que usted afronta los temas tratados. Quiero decirle que disfruté especialmente con el monográfico dedicado a las apariciones marianas que ofrecieron hace dos meses.
Comprobará que adjunto una fotografía en el sobre que contiene esta carta. Se trata de una aportación personal para la sección “Imágenes de ultratumba”. La instantánea fue tomada en una de las meriendas que suele organizar nuestro Grupo de Catequesis. Me puede localizar usted en la parte izquierda de la fotografía; soy la señora con vestido azul y collar de perlas. Por cierto, mi nombre es Virtudes Alonso. La señora que sostiene la bandeja de canapés se llama Paquita y es la propietaria de la casa en donde fue tomada esta imagen. La cámara que utilizamos se llama Polaroid (muy fácil de utilizar, no como esas modernas con una pantallita que apenas se deja ver).
El caso es que cuando tomamos la foto y la observamos detenidamente después de agitar el papel, descubrimos a esa presencia sonriente que podrá localizar sin problema en la parte derecha del salón. Se aprecia claramente cómo el ser rodea con su brazo el cuello de mi amiga Concha, abrazándola amigablemente. Fíjese en la mano del ente, que está enfundada en un guante blanco. Sin duda, lo más extraño e impactante es el color azulado del cuerpo de la entidad, además de esa especie de flecos o púas que adornan su cabeza. La verdad es que nos asustamos mucho cuando contemplamos la foto. Huelga decir que, en el momento en que fue tomada, no había nadie más en el salón, y menos con ese aspecto tan extraño.
Más tarde le mostré la fotografía a mi nieto Diego y él me dijo que el fantasma que aparece en la foto es Sonic, el erizo que protagoniza un videojuego llamado “Sonic the Hedgehog” (espero haberlo escrito correctamente). Como esa información resulta desconcertante, he preferido consultar con un experto en el tema como usted. ¿Cree que solamente se trata de un efecto óptico? En el caso de ser un espíritu del más allá, ¿podría tratarse de mi marido, que en paz descanse? ¿O acaso hemos retratado accidentalmente a un Ángel? Seguro que usted tiene alguna respuesta inteligente que ofrecer.
Espero que muestren mi fotografía en su programa, ya que sería un honor aportar un granito de arena al trabajo de su equipo.
Se despide atentamente,
Virtudes Alonso.

miércoles, 13 de agosto de 2008

HOMBRES

Al principio no es del todo alarmante. En el sueño, Raúl se besa con un hombre en el lujoso ascensor de un hotel; uno de esos que incluyen a un botones con chaqueta roja y gorrito de alférez. Es un beso inocente, desprovisto de lujuria, aparatoso. El hombre es atractivo y huele a perfume caro.
Raúl se despierta en mitad de la noche con una sensación desagradable en los labios. Entra en el baño y se enjuaga la boca. Escupe varias veces en la taza del retrete. Cuando vuelve al dormitorio se acurruca junto a su mujer y tarda un buen rato en conciliar el sueño. Raúl no es gay. No le atraen los hombres en lo más mínimo. Se supone que en los sueños uno da rienda suelta a sus deseos ocultos. Pero no cabe duda de que Raúl no tiene ni una pizca de homosexualidad en sus venas.
El sueño de la noche siguiente se desarrolla en una sauna del tamaño de una cabina telefónica. No se trata del mismo hombre. Esta vez es un tipo gordo y peludo que se deja magrear la polla. Raúl la siente entre sus manos como una zanahoria convulsa y sudada. El asunto se está volviendo ciertamente preocupante.
Tres noches después, Raúl participa en un trío de machos. Activa y pasivamente. Practica felaciones a dos manos. Se deja el alma en un beso negro interminable. No hace ascos a los envites de un anciano decrépito con anillos de oro.
Cada mañana, Raúl se despierta con el estómago revuelto y un horrible sabor a sal en la boca. Se mete en la ducha y se enjabona el cuerpo como si quisiera arrancarse la piel.
Y la carga sexual de sus sueños sigue in crescendo. Coprofagia, corridas en la cara, lluvia dorada, niños con los ojos vendados y las manos atadas con una soga... Raúl está a punto del colapso. ¿Qué cojones significan todos estos sueños? ¿Está mutando su orientación sexual a estas alturas del partido? ¿Y el asunto de los menores? ¿Es que hay algo realmente podrido que se está abriendo paso a través de su subconsciente?
Así que decide hablarlo con su esposa. Entre lágrimas, le cuenta con pelos y señales todo este asunto de los sueños porno. Lo hace en voz baja para no despertar a los niños, que duermen en el cuarto de al lado. Se desahoga hasta quedar vacío de palabras. Y la reacción de su mujer consiste en un violento ataque de risa, teatral y prolongado hasta la náusea.

lunes, 11 de agosto de 2008

BIP

-¿Quieres un poco de zumo? Lo he preparado yo misma.
-Bip.
-Está rico, ¿verdad?
-Bip.
-Hay algo que quería comentarte... Prométeme que no te vas a enfadar... ¿Te vas a enfadar?
-Bip bip.
-Bien, el caso es que... lo que recibo por cuidarte no me alcanza para... cubrir mis gastos y...
-...
-Me han ofrecido un empleo, a tiempo completo. Y voy a aceptar. ¿Te parece bien?
-Bip bip bip bip.
-¿Eso es Sí o No? ¿Por qué has pulsado cuatro veces?
-Bip bip bip bip bip.
-¿Qué ocurre? ¿Quieres preguntarme algo?
-Bip.
-De acuerdo, interrumpe con un bip cuando nombre el tema: quieres que te hable del nuevo empleo, quieres hablar de salario, te sientes mal porque...
-Bip.
-Así que no te parece bien que acepte la oferta. Pues lo siento, la decisión está tomada.
-...
-Mira, seguro que encuentras a otra chica que te acompañe a dar paseos. Además... podemos seguir siendo amigos.
-Bip bip.
-¿No quieres ser mi amigo?
-Bip bip bip bip bip.
-¿Eso han sido cinco bips?
-Bip.
-Quieres hacerme una pregunta...
-Bip.
-Bueno, tendrá que ser en otro momento. Son las séis en punto. ¿Te apañas tú solo? ¿Sabes volver a casa desde aquí?
-Bip.
-De acuerdo... No te preocupes, pasaré a verte un día de estos. ¿No me deseas suerte en mi nuevo empleo?
-Bip.
-Gracias. Gracias por entenderlo. Eres un sol.
-...
-Adiós.
-Bip.

LA SALCHICHA ESCOCESA

La gente se desplaza de un lugar a otro gracias a un intrincado sistema de toboganes. Visten trajes ceñidos de una sola pieza, fabricados con neopreno. Lucen peinados imposibles, enormes matojos decorados con extensiones metálicas. Han perdido las uñas. Era evidente que los humanos no necesitábamos uñas. Pero lo más importante: nadie sale a la calle. La calle es el terreno del mal, el escenario que provee a la televisión del material más oscuro y demandado. ¿Quiénes se atreven a abandonar el calor de sus hogares? Sólo aquellos que practican el juego de La salchicha escocesa.
Hombres casados, señores respetables con despachos llenos de diplomas, jovencitos de aspecto saludable, ancianos en sillas de ruedas... Muchos de ellos mienten, ingenian excusas inverosímiles. Hacen cualquier cosa por practicar La salchicha escocesa. Se arriesgan a ir directos a la cárcel o, peor aún, a aparecer por la tele.
Las ventanas de las casas son pantallas de alta definición que muestran paisajes de cuento de hadas. No hay vistas al exterior. En cada salón no falta la trampilla de acceso al tobogán, el teclado para introducir el código del lugar de destino. Un cuenco de cristal repleto de Soza para ofrecer al visitante.
Gente con la vida solucionada, padres de niños sobresalientes, funcionarios del estado. Todos ellos ponen su estabilidad en peligro, organizan excursiones clandestinas en pequeños grupos. Intercambian e-mails cargados de mensajes en clave. “A las diez bañaré al gato”. “El fontanero está en camino”. Todo un mundo originado en torno al trepidante juego.
Doctores y abogados. Profesores y empresarios de éxito.

jueves, 7 de agosto de 2008

PUEDES TUTEARNOS

Los dos matrimonios disfrutan de una agradable sobremesa cuando la pareja anfitriona se lanza una mirada complice y Carlos dice:
-Bueno, es hora de sacar al gnomo.
Carlos e Isabel acaban de volver de la India, donde han pasado sus vacaciones. Sus dos invitados son Esteban y Maura, pareja con la que comparten una amistad cuyo origen se remonta a los años de colegio. Además de grandes amigos, Carlos y Esteban también son compañeros de trabajo. Guardias municipales.
Carlos aparece con una caja de cartón entre los brazos. Su esposa aparta las tazas de café para que pueda apoyar la caja sobre la mesa.
-¿Rudolf? –dice Isabel dando unos toquecitos en el lateral de la caja.- Sal de ahí y saluda a los invitados.
Primero son unas manitas del tamaño de un tenedor, después una cabeza no más grande que una pelota de tenis. Rudolf va desnudo y no tiene un solo pelo en su cuerpo, ni siquiera sobre la cabeza. Es arrugado, enclenque. Cuando queda erguido sobre la mesa, bajo la luz de la lampara del salón, Esteban y Maura descubren que el ser es la mezcla exacta entre un feto de cuatro meses y un anciano de 80 años. Su aspecto no encaja en absoluto con la idea de gnomo con gorrito rojo y chaleco.
-Hola, supongo que tengo el gusto de conocer a Esteban y a Maura... –dice con una voz aguda y chirriante.- Mi nombre es Rudolf y es un placer saludarles. Sus amigos me han hablado muy bien de ustedes.
-Puedes tutearnos...
Esas son las palabras de Esteban. Lo primero que su cerebro ha lanzado a sus labios. ¿Qué es esto exactamente? ¿Lo habéis traido de la India? ¿Cómo es que habla nuestro idioma?
No. “Puedes tutearnos”.
Carlos e Isabel estudian los rostros de sus amigos a la espera de un poquito de entusiasmo. Pero el matrimonio está literalmente paralizado. Maura se agarra con fuerza al brazo de su marido, con un grito atascado en la garganta. Rudolf sonríe, mostrando una maraña de dientes sucios y afilados.
-Sí, puedes tutearnos –repite Esteban, que en este contexto no tiene ni idea de a quién le toca mover ficha.

miércoles, 6 de agosto de 2008

FELICES

-La verdad, no sé qué hago aquí. No necesito nada de esto. Soy feliz.
En el otro extremo de la habitación, la chica se quita la ropa mientras permanece sentada en el borde de la cama. Pliega con cuidado su falda y la coloca sobre una silla. Después se desabrocha la blusa.
-Casado, dos hijos, un buen trabajo –dice el hombre mientras se deshace de sus pantalones.- ¿Cuánta gente pagaría por estar en mi situación?
Se desnuda completamente. Su pene cuelga como un globo recién explotado. A sus pies hay una bolsa de deporte de la marca Adidas. Lo primero que saca de ella son unos pañales enormes; enormes incluso para un adulto. Entre otros objetos, la bolsa contiene: un biberón lleno de leche, un chupete, las llaves de un Audi A8, un osito de peluche y un teléfono móvil de última generación.
-¿Sabes que Daniel ha sacado un sobresaliente en matemáticas? –dice el hombre mientras se ajusta el pañal y se coloca un gorrito azul celeste.- Tenemos un pequeño genio en casa.
Ahora saca un camisón de su bolsa de deporte y se lo lanza a la chica. Cuando ésta se lo pone, su aspecto parece envejecer veinte años.
Con el biberón en la mano, el hombre se acerca hasta la chica dando pasitos de muñeca. Después se sienta en su regazo y ella le acerca el biberón a la boca. La forma de succionar del hombre hace que su rostro recuerde al de un pez que besa el cristal de su acuario.
-El fin de semana nos vamos a la playa –dice derramando algo de leche entre sus labios.
La chica sostiene el biberón en alto, dejando una pausa para que el hombre tome aire.
-Tenemos una piscina en la que cabría un barco y ellos se empeñan en ir a la playa.
Cuando la chica vuelve a acercar el biberón, él lo aparta de un manotazo y se tumba en la cama, en posición fetal. Ella se levanta y coge el chupete de la bolsa de deporte.
-Si ellos son felices, yo también lo soy.
El hombre cierra los ojos con una sonrisa aplastada en la cara. La chica le introduce el chupete con suavidad y después le acaricia el pelo. Le acaricia el pelo una y otra vez hasta que el hombre se duerme.

martes, 5 de agosto de 2008

VERDE

Dos coches se detienen en un semáforo en rojo, uno al lado del otro. Los conductores se miran, fugazmente; esa mirada instintiva con fines poco claros que uno no puede evitar cuando se detiene ante un semáforo. Ambos son hombres de mediana edad. Visten vaqueros y camisetas de algodón de diferentes diseños. Uno de ellos lleva gafas de sol.
El que no lleva gafas de sol pisa el acelerador, haciendo que el motor ruja como una sierra eléctrica. El otro conductor le imita. Son los prolegómenos de un desafío. Una carrera a muerte en la que no se sabe muy bien qué es lo que está en juego.
No conducen coches caros.
Los últimos peatones cruzan apresuradamente. Apenas faltan unos segundos para que el semáforo pase al verde. No hay ningún vehículo detrás de ellos. Es una calle poco transitada.
Rummm, rummm. Los motores aúllan, las carrocerías tiemblan. Los dos hombres miran al frente, sin perder de vista el disco luminoso del semáforo. El de las gafas de sol enciende un pitillo y lo deja enganchado a sus labios. Después baja la ventanilla para echar las cenizas al exterior. El otro hombre, el que no lleva gafas de sol, cree que su oponente le quiere decir algo. Piensa que ha bajado la ventanilla para susurrarle alguna frase acorde con la situación: “Veamos que sabes hacer, niñato” o algo por el estilo. Así que también baja la ventanilla, la del lado del acompañante, para mostrale al otro que no tiene miedo. No se ha dado cuenta de que el tipo de las gafas de sol solo quiere echar las cenizas del cigarro.
Balbucean, mueven la cabeza con nerviosismo.
-¿Me querías decir algo?
-No, no. Era para... por el cigarro.
-Ah, vale... pensaba qué...
Han dejado de pisar el acelerador, sin darse cuenta. Hace tiempo que el semáforo ya ha pasado al verde. El tipo de las gafas de sol mete la primera y reanuda tranquilamente su camino. El otro conductor finje durante un buen rato que no le entra la marcha para perderlo de vista.

lunes, 4 de agosto de 2008

CABALLO DE BRONCE RESUCITA

Cuando las sesiones de quimioterapia comienzan a dejar al descubierto el cuero cabelludo de A.T, aparece a la luz un hecho pertubador: su cabeza está tatuada con frases carentes de sentido. Frases cortas escritas en mayúsculas, con una tipografía infantil, demente.
Silencioso rostro en las cataratas. Bosques cansados arden. Hay menos trigo.
Enunciados gramaticalmente intachables, pero imposibles de descifrar. Frases inconexas esparcidas sin ningún orden lógico sobre la cabeza de A.T que crecen en número a medida que éste pierde el pelo. A parte de él mismo, la única persona que parece percatarse de la anomalía es la señorita que le asiste en las sesiones de quimioterapia, aunque ella no le comenta nada por miedo a hurgar en lo que sin duda es algún punto oscuro de su pasado.
Van de la mano. Ciervo luciferino gimotea.
Obviamente, A.T no recuerda haber sido tatuado en ningún momento de su vida. Siempre ha sentido una total repulsa a infiltrase tinta bajo la piel. Lo considera poco elegante, burdo. Pero ahora tiene que enfrentarse a todas esas sentencias escritas con pigmento verdoso sobre su cabeza sin tener ni la más remota idea acerca de su origen. ¿Algún fallo en la máquina de la quimio? ¿Una broma macabra perpetrada por sus compañeros de habitación en su época de universitario? ¿Una abducción extraterrestre?
A.T sonríe ante la idea de haber sido aspirado hacia el interior de un plantillo volante. No es propio de él pensar de ese modo. Todo este asunto, sumado al estrés que conlleva su penosa enfermedad, le está perturbando cada vez más. Pero los días pasan y ninguna solución lógica llega a buen puerto en los torturados pensamientos de A.T, que se niega a compartir su problema con nadie. En la calle se protege con un gorro de lana. Lo primero que hace cada vez que llega a casa es quitarse el gorro y lanzarlo a un rincón con un gesto mezcla de cansancio e impotencia. Vive solo.
Bebé de cabellos sucios. Sexo en Nigeria. Abraza sus tentáculos.
Con la ayuda de dos espejos transcribe las frases en un folio. Se exprime los sesos en busca de un patrón, mueve las piezas de un puzzle que ni siquiera sabe si existe. Prueba con los buscadores de internet, consulta la hemeroteca. Todo es en vano.
El final es a todas luces decepcionante: A.T decide comprar una peluca y olvidarse completamente del asunto. Elige un modelo clásico, con raya al lado.
Silueta encorvada tropieza.

domingo, 3 de agosto de 2008

TERAPIA

-No le molesta, ¿verdad?
-No, no, qué va. Así está perfecta.
-¿La aprieto un poco más? ¿Seguro que no ve nada?
-Nada de nada.
-¿Cuántos dedos hay aquí?
-Le he dicho que no veo nada.
-Vale; ahora relájese... Mueva los dedos de los pies... Siente cómo sus piernas pierden peso...
-Sería más fácil si estuviese sentada.
-No hable todavía. Sólo escuche.
-Perdón.
-Su cintura, su torso, su cuello, su cabeza... Poco a poco deja de sentir el cuerpo... Piense en algo agradable.
-Algo agradable...
-Silencio... Un prado, por ejemplo. Un prado recién regado por la lluvia, las briznas de hierba brillando bajo el sol, el murmullo de un arroyo cercano...
-Un niño.
-¿Cómo?
-Veo a un niño tumbado boca abajo en el centro del prado. No respira.
-Es su hijo, ¿verdad? Siga hablando; estamos llegando a algo.
-Es mi hijo. Le acaricio la cabeza... Hay sangre en su pelo...
-No, no. Olvide la realidad; no piense en el accidente. Su pequeño sigue vivo. En este prado manda usted.
-Lo sostengo entre mis brazos... Sus ojos...
-¿Qué ocurre con sus ojos?
-¡Los está abriendo! Dios mío, mi niño está...
-...
-Oye, ¿me has tocado un pecho?
-...
-Te pregunto que si me has tocado un pecho.
-No lo sé... ¿Le he tocado un pecho?
-Quítame esta venda, hijo de puta.

sábado, 2 de agosto de 2008

VENTURA

Nadie lo sabe, pero el tipo que está inflando a pulmón esa bola gigantesca y transparente se llama Ventura. A su lado, una toalla verde y una bolsa de deporte vacía. No caben más bañistas en la playa. Parejas de abuelos con neveras portátiles, niños llenándose el paquete con arena, chicas que broncean sus pechos ya bronceados, como hipnotizadas por el sol.
Hoy es el día en el que Ventura va a estrenar su nueva adquisición: La Bola Rodante. Una bola inflable en la que te puedes introducir para caminar sobre las aguas. Lo más de lo más. Protagonismo asegurado.
Ventura es alto y ancho de hombros, por eso le cuesta un buen rato acceder al interior de la bola. Lo hace a través de una abertura similar a una vagina, ayudado por la crema solar que se ha untado en cada rincón del cuerpo.
La bola que contiene a Ventura avanza hacia la orilla levantando murmullos de admiración. Sólo hay que caminar para hacerla rodar. Y así es como Ventura comienza a pasear sobre las olas, exhibiéndose, gustándose, sintiéndose más que cómodo con todas las miradas que se posan en él y en su chisme playero.
La primera en darse cuenta de que algo va mal es la señora que teje un jersey en la orilla. El interior de la bola comienza a parecerse a un invernadero. El tipo tiene dificultades para respirar y busca la abertura frenéticamente. Pero no es tan fácil. Los movimientos histéricos de Ventura sólo consiguen que la bola ruede más y más rápido. La gente está fascinada con la exhibición. “¡Se ahoga, se ahoga!”, grita la señora sin interrumpir la confección del jersey. Nadie le hace caso.
Minutos después, dos jóvenes de la Cruz Roja están rajando la bola con una navaja para extraer al cadáver mientras un grupo de curiosos rodea la escena. Y lo más triste de todo: Los conductores que circulan por la carretera paralela al paseo marítimo continuan su marcha convencidos de que han presenciado la captura de una medusa gigante.

jueves, 31 de julio de 2008

SEÑORITA ANANÁ

La mascota de los Juegos Olímpicos “Venezuela 2648” es una piña gigante. No hablo de un tipo disfrazado de piña gigante. En el siglo XXVII, crear una piña con rasgos semihumanos y dotada de una movilidad asombrosa es coser y cantar. No es la primera vez que se hace: Australia y el cóndor Teddy Ready. Brasil y la zapatilla Carla. España y Naranjito 2.0.
La piña se llama Señorita Ananá y mide unos tres metros de alto. Se mueve, piensa y habla como un ser humano. Es inteligente.
Para atender simultaneamente a todos los compromisos olímpicos se crean treinta clones de la piña. Treinta Señoritas Ananá. Cada una de ellas con unas pulseras en los bracitos que simulan los aros olímpicos. A primera vista, el aspecto de la mascota es el resultado de una mezcla entre Celia Cruz y un pez globo.
Hay protestas en los foros y en los programas de radio. “En Venezuela, hay cosas más importantes que las piñas”, dicen unos. “Es una demostración rotunda de sequía creativa”, dicen otros. “Nunca llueve a gusto de todos”, resuelve el jefe de estado.
Además, en Venezuela 2648, se da la circuntancia de que se cumplen 400 años de las olimpiadas que han contado con mascotas creadas genéticamente, así que los organizadores deciden reunir a todas las mascotas olímpicas de los últimos 400 años para la inuguración oficial. En total son 99 mascotas. Sólo falta, el quesito Arnold de Canada 2368, que ahora es presidente del país y, la verdad, con la etapa de hambruna que atraviesa su nación no está para jolgorios de este tipo.
Así que las 99 mascotas ya están dando vueltas al estadio olímpico con su mejor sonrisa y la gente aplaude a rabiar. Pero todo toma un giro espeluznante cuando las mascotas comienzan a atacar al público y se atrincheran en el estadio. El espectáculo no tiene parangón. Una banana gigante siembra el terror en el fondo norte. Aparecen helicóteros, militares con lanzagranadas, francotiradores... El comentarista de la televisión venezolana está hablando de “comicidad satánica” cuando es devorado por un poni de tres cabezas.
Y lo que ocurre después sobrepasa los límites de toda capacidad narrativa.

JULIO ACERO A PUNTO DE LLORAR

Entro al despacho de Julio Acero casi temblando. No es común que el director general de la empresa solicite la presencia de un simple becario con carácter urgente, así que efectúo un rápido repaso mental de mis malas acciones. Robo de grapas y grapadora, uso no autorizado de la fotocopiadora, e-mails de contenido grosero... Nada que pueda justificar un llamamiento del mismísimo Julio Acero, uno de los hombres más influyentes de la industria juguetera en España.
Doy tres golpes a la puerta con una intensidad calculada.
-Adelante.
Y me encuentro al señor Acero, director general de DiverToys S.A, subido a cuatro patas en la mesa de su despacho, con los pantalones bajados a la altura de sus tobillos. Su rostro rojizo y sudoroso, como a punto de explotar. La respiración agitada. La urgencia en el temblor de sus labios.
-Por favor, David Falcó –susurra.- Méteme un dedo en el ano.
No lo dice de forma arrogante, ni dando a entender que su cargo en la empresa le otorga esa clase de derechos. Lo dice como quien pide agua después de haber caminado durante tres días bajo el sol del desierto. No es una orden. Es un ruego desesperado. Y además se ha acordado de mi nombre. Y de mi apellido. El uso de mi apellido en estas circunstancias es ciertamente inquietante.
-David Falcó, te lo suplico. Ven aquí e introduce tu dedo en mi culo. Ni siquiera te pido que te acerques demasiado. Sólo alarga el brazo y mete tu dedo índice en mi ojete. Por favor, por favor, por favor.
La silueta del señor Acero a contraluz, como un perrito moribundo sobre la mesa, con los pantalones bajados y mostrando un culo peludo y blanco. Julio Acero a punto de llorar.

VIDA EN EL McALLÁ

Tras morir plácidamente después de una penosa convalecencia y atravesar el famoso tunel de luz blanca, Raúl Salgado descubre que el más allá es simplemente un bucle que tiene lugar en la cola de un McDonalds. Así de simple. Ahora la conciencia de Raúl está encerrada en el cuerpo de un adolescente que espera su turno en una franquicia de la popular cadena de hamburguesas.
Pero la secuencia dura solamente unos cinco segundos. Cinco segundos en los que un adulto trajeado abre la cartera para abonar el happy meal de su hijo y varias monedas caen al suelo con estrépito visual pero sin sonido. Y cuando las monedas aún no han dejado de rebotar y el hombre flexiona ligeramente las rodillas para recogerlas, el bucle comienza de nuevo. Un loop en el que Raúl Salgado es plenamente consciente de todo lo que ocurre.
No es como una especie de ensoñación ni nada parecido. Raúl está allí, sintiendo el roce de una gorra demasiado ajustada en su cabeza, observando la frente sudada de la chica del mostrador. Los pelitos en la nuca de la joven que espera su turno delante de él. El ligero amago de su nuevo cuerpo que, en un acto reflejo, decide ayudar al hombre trajeado a recoger las monedas. El calor pegajoso de la parrilla. Sólo la falta de sonido dota a la escena de una cualidad vagamente pesadillesca.
Y, sin embargo, existe una cierta libertad dentro de la claustrofobia. Raúl puede mover los ojos y sus pensamietos no son interrumpidos cada vez que se inicia el loop.
Así que durante sus primeros años en el más allá se dedica a fijarse en cada detalle de la escena para tratar de encontrar algo de sentido en todo esto. Aprende la forma y textura de cada mancha de tomate incrustada en el mostrador. Convierte el tablón de precios en una especie de mantra inútil. Y, para paliar la soledad, comienza a considerar al hombre trajeado como su mejor amigo.
Millones y millones de loops después, no sólo no ha encontrado respuestas sino que las preguntas se multiplican. ¿Es éste un más allá personalizado o todo el mundo y en todas las épocas termina aquí sus días? Raúl se imagina a hombres ilustres como Napoleón, Sócrates o Bach literalmente flipando en estas circunstancias. El hombre trajeado, la cajera, la chica que espera frente a él... ¿Son también cuerpos que encierran a otras almas asustadas? ¿Es esto el cielo o el infierno? ¿Quizás el limbo? Etcétera, etcétera.
Así que Raúl, de un modo que resulta ciertamente difícil de explicar, termina adaptándose a su nueva vida y consigue establecer una especie de comunicación enfermísima y sofisticada con la gente que le rodea en el McDonalds. Un diálogo imperceptible. Además, está empezando a sospechar que la chica del mostrador trata de tirarle sutilmente los trastos.

CERVICALUS

Ese hijo de puta lleva tres noches seguidas viniendo al parque con esa cosa repulsiva que ataca a nuestros perros. Y me da igual que el hombre se muera de vergüenza y no deje de repetir “lo siento” y “no volverá a ocurrir” con su voz temblorosa y como de viejo marica cada vez que su mascota da un zarpazo a mi pequeño Poty.
Bueno, su mascota... Eso si se le puede llamar mascota a una especie de mantis religiosa gigantesca con piel viscosa y enormes colmillos que parece sacada de El señor de los anillos. Fíjate que el tipo la lleva atada con una cadena... No te hablo de una correa, sino de una CADENA. Y aún así no puede controlar sus embestidas. Es ese bicho lo que pasea al dueño, y no al revés. El otro día le arrancó la cabeza de una dentellada a Chipi, el pequinés de Doña Julia. La pobre mujer llorando con el cuerpo decapitado de su perrito entre los brazos, con el vestido empapado en sangre... Y ese malnacido pidiendo perdón una y otra vez y echándole tímidamente la bronca a su monstruo. Menos mal que lo de mi Poty son sólo rasguños, porque es un perrito ágil, con reflejos. Por eso se llama Poty, como el bailarín.
Lo más extraño del asunto es que el tipo, el cabronazo que pasea al monstruo, no parece mostrar ningún... afecto por su mascota. Es como si alguien le obligara a pasearla cada noche por el parque. En el fondo, da un poco de lástima. Pero, ¿qué quieres que te diga? No vamos a consentir que esa criatura gigantesca ponga en peligro la vida de nuestros perros, así que esta misma noche vamos a dejarle bien clarito quiénes mandan en el parque. Te hablo de darle una paliza al tipo. Una buena tanda de hostias. ¿Te apuntas, no?

HIMNO AL DISFRAZ

Esteban cumple nueve años y sus padres han organizado una fiesta de disfraces en el jardín de la urbanización. Hay globos de helio con distintas formas y colores atados en los reposabrazos de las sillas. Hay banderitas y una piñata de Shrek colgada entre dos farolas. Es el mes de agosto y la mamá de Esteban se ha encargado de avisar al resto de mamás de que los niños traigan el bañador.
Los primeros en llegar son los padres de Eric. Su hijo viste un elaborado y realista disfraz de oso panda que su madre asegura haber confeccionado con sus propias manos. Si no fuese por los movimientos torpes de niño y la inexpresividad del rostro podría pasar por un auténtico oso panda. Ni siquiera parece que exista un hueco por el que pueda respirar.
El disfraz de Esteban es un clásico: Supermán. Mallas azules, capa roja y el pelo saturado de gomina.
Aparecen más invitados. Los Rocafort han disfrazado a su niña de La Momia; la señora Maite trae al niño vestido de Estatua de la Libertad (el disfraz es acojonante, fabricado en una especie de goma que imita la textura de la piedra). Los mellizos Cáceres traen dos disfraces de Teletubbie que parecen sacados directamente de un contenedor de basura.
Es curioso, pero todos los disfraces se componen de traje y máscara. Solo el rostro de Esteban, el anfitrión, es claramente visible. El resto de niños muestra en sus movimientos claros signos de fatiga y falta de aire. Sin duda, Lourditas debe de estar sudando la gota gorda dentro de su armadura medieval.
Cada niño recibe la asistencia de sus mamás para sentarse entorno a la mesa (tablón y caballetes). Como suele ocurrir en este tipo de fiestas, los hombres beben cerveza enlatada a varios metros de la acción, hablando de sus cosas, dejando que sean sus esposas quienes se encarguen de la logística.
Una breve ráfaga de viento tumba un par de vasos de plástico vacios. Se echa en falta algo de música.
-Venga, chicos. A comer –dice la mamá de Esteban.
Y, con una sincronización pasmosa, las madres retiran la parte superior del disfraz de sus respectivos hijos para que puedan beber sus refrescos sin impedimento. Y es entonces cuando Esteban se da cuenta de que esos no son sus amigos. Y los adultos de que esos no son sus hijos.